Foto: "Candelaria" / Javier Carreño |
LA ESTRELLA DE LA TARDE
Un monte azul, un pájaro viajero,
un roble, una llanura,
un niño, una canción... Y, sin embargo,
nada sabemos hoy, hermano mío.
Bórranse los senderos en la sombra,
el corazón del monte está cerrado,
y el perro del pastor, trágicamente,
aúlla entre las hierbas del vallado.
Apoya tu fatiga en mi fatiga,
que yo mi pena apoyaré en tu pena,
y llora, como yo, por el influjo
de la tarde traslúcida y serena.
Nunca sabremos nada...
¿Quién puso en nuestro espíritu anhelante
vago rumor de mares en zozobra,
emoción desatada,
quimeras vanas, ilusión sin obra?
Hermano mío, en la inquietud constante
nunca sabremos nada...
¿En qué grutas de islas misteriosas
arrullaron los númenes mi sueño?
¿Quién me da los carbones irreales
de mi ardiente pasión, y la resina
que efunde en mis poemas su fragancia?
¿Qué voz suave, qué ansiedad divina
tiene en nuestra ansiedad su resonancia?
Todo inquirir fracasa en el vacío,
cual fracasan los bólidos nocturnos
en el fondo del mar; toda pregunta
vuelve a nosotros trémula y fallida,
como del choque en el cantil fragoso
la flecha por el arco despedida.
Hermano mío, en el impulso errante
nunca sabremos nada.
Y sin embargo...
¿Qué mística influencia
vierte en nuestros dolores un bálsamo radiante?
¿Quién prende a nuestros hombros
manto real de púrpuras gloriosas,
y quién a nuestras llagas
viene y las unge y las convierte en rosas?
Tú, que sobre las hierbas reposabas
de cara al cielo, dices de repente:
“¡La estrella de la tarde está encendida!”
Ávidos buscan su fulgor mis ojos
a través de la bruma, y ascendemos
por el hilo de luz...
Un grillo canta
en los repuestos musgos del cercado,
y un incendio de estrellas se levanta
en tu pecho tranquilo ante la tarde,
y en mi pecho en la tarde sosegado...
Monterrey, 1909
ESPÍRITU ERRANTE
Espíritu errante, sin fuerzas, incierto,
que trémulo escuchas la noche callada:
inquiere en los himnos que fluyen del huerto
de todas las cosas la esencia sagrada.
Ni marques la ruta ni cuentes las horas.
¿Acaso el misterio culmina
en las altas montañas sonoras
que nutren el roble y la encina?
Quizás en el fondo de oscuros arcanos
tú vives de ciencia, de luz y de gloria,
y a mundos externos las manos divinas
entreabren la reja ilusoria...
¿Quién sabe en la noche que incuba las formas
de adusto silencio cubiertas,
qué brazo nos mueve, qué estrella nos guía?
¡Oh sed insaciable del alma que busca las normas!
¿Seremos tan sólo ventanas abiertas
el hombre, los lirios, el valle y el día?
Espíritu errante, sin fuerzas, incierto,
que trémulo escuchas la noche callada:
inquiere en los himnos que fluyen del huerto
de todas las cosas la esencia sagrada.
La Habana, 1907
Foto: Nick StMarten PhotoGraphēr |
Texto tomado de: Barba-Jacob, Porfirio. Barba Jacob para hechizados / selección y notas de Jaime Jaramillo Escobar. Medellín: Biblioteca Pública Piloto, 2005. pp. 27-29, 76.
Fotografías en http://www.flickr.com/photos/javiercarreo/463417679/in/pool-por_bogota#/photos/javiercarreo/463417679/in/pool-1142968@N24/ y http://www.flickr.com/photos/photostmarten/6072470600/in/set-72157627498516392/