viernes, 31 de enero de 2014

Un viaje para los sentidos - A propósito de La Vida de Adèle

Por Amanda Gris

De la película La vida de Adèle


     Se estrena en Colombia La vida de Adèle y los invito a que vayan al cine y disfruten de esta obra de arte francesa dirigida por Abdellatif Kechiche, protagonizada por Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux. Ganó La Palma de Oro 2013 del Festival de Cannes, está inspirada en la novela gráfica de Julie Maroh El azul es un color cálido y es la mejor película de amor que he visto. No es una película homosexual, es un encuentro frenético entre dos seres reales y hay que agradecer a Kechiche por no haber perdido tiempo ahondando en la marginación social que conlleva un amor así. Logró hacer un mapa sincero y real del comportamiento humano, seduciéndonos a vivir este viaje para los sentidos.

     No he sido capaz de deshacerme de la fascinación que me produce esta historia. Desde que me enteré de su aparición se apoderó de mí un impulso que me llevó a leer la novela gráfica en la que está basada. Luego leí la crítica, investigué todo sobre las actrices, el director, anécdotas de la filmación, premios y me conformaba con ver diariamente el tráiler, hasta que tuve la fortuna y cuatro veces frente a la pantalla no han sido suficientes para satisfacer mi euforia.

     Adéle es una adolescente solitaria y marginada que sufre porque todo es ajeno a ella; procura vivir una vida normal como sus compañeros del instituto, tiene amigos, novio, baila, canta, grita, y sin embargo, está atrapada por la sensación de que le falta algo, pero no del mundo sino de ella misma. Hasta que un día, porque la vida se lo debía o como consecuencia a su ferviente deseo de respuesta aparece frente a ella Emma, una chica de pelo azul que le cambia la vida.

     Empezamos a vivir al lado de Adèle una experiencia de una naturalidad que desarma, real y apasionada, y, como ella, también nos enamoramos, nos equivocamos, y nos rompen el corazón. Todo pasa sin que existan opciones, así como en la vida real. Somos testigos, la primera media hora de la soledad de Adéle, de esa búsqueda que por momentos resulta desesperada, de ese tropiezo con la alegría y de ese encuentro en un plano general impecable, carnal, apasionado y lleno de sentimiento que dura diez minutos. Es la escena sexual más polémica de los últimos tiempos, en la que se ve el abandono a esa vida ajena y una entrega arrebatada al placer en la que Adéle salda una deuda consigo misma mientras empieza a hacer parte del cálido mundo de Emma.


     Más allá del escándalo que se produjo por la negativa de las actrices de volver a trabajar con el director, que las obligaba a extenuantes jornadas de grabación y hacía que los golpes fueran reales, tengo que decir que la película actuó como réplica de un temblor del que fui víctima hace algún tiempo. Me vi reflejada al descubrir que esta vez el cine no actúa como escape a la realidad sino que hace que revolvamos esos dolores del pasado, que veamos otra cara de nuestra propia historia, que entendamos que ser valientes no sale caro y que la sinceridad consigo mismo es un riesgo que estamos obligados a correr, a cambio de recompensas como los eventos emotivos que nos enseñan, o como este impresionante viaje a través de los sentidos por un amor “explosivamente sensual”, alegre, doloroso y real.

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