"Sus letras son un notorio esfuerzo por transformar la recurrente manera de ver el amor a lo largo del tiempo. Buscando combatir el romanticismo empalagoso, la melcochería de siempre, eliminan todos los eufemismos, las figuras literarias y retóricas, y acuden a la contundencia de lo directo"
Si usted es de los que cree que la poesía ha muerto, de los que piensa que en este siglo veintiuno no habrá alguna vanguardia literaria que remueva la mesura de lo establecido, considero que no ha observado bien. Sólo es una cuestión de detenimiento, lo persigue por todas partes. En mi caso, habito con un fanático de esta apuesta lírica contemporánea, tengo entre mi parentela un poeta en formación, integrante de esta corriente. Subo a un bus, allí está, al ir a una fiesta, lo encuentro, andando la ciudad, me lo topo en cada esquina. Por lo anterior debí apreciar, a palos, la nueva propuesta de latinos y reconocer su cariz tan serio. Sí, aunque usted no lo crea, es el reguetón. Espere, no se apresure, ahora viene la argumentación.
Sus
letras son un notorio esfuerzo por transformar la recurrente manera de ver el
amor a lo largo del tiempo. Buscando combatir el romanticismo empalagoso, la
melcochería de siempre, eliminan todos los eufemismos, las figuras literarias y
retóricas, y acuden a la contundencia de lo directo. Un par de ejemplos: está medio gordita pero chupa chévere, eso
en cuatro no se ve, o, entrégate, yo
sé que no es tu primera vez, por favor dime que sí, te lo voy a hacer una y
otra vez. En esta amplia escuela no sólo tratan el amor con originalidad; en este neceser repleto de joyas, podemos mencionar sus epopeyas nocturnas entre
conciertos y hoteles con barbies, reflexiones filosóficas profundas como una
vagina de bailarina fina que te espera en una tina (ya casi lo logro), insultos
entre ellos, pasajes bíblicos y hasta alusiones a la emancipación femenina como,
ella se rebeló, se cansó de lavar y
planchar, o, hoy van a tomar y van a
olvidar, aquel hombre que las quiso controlar. Y para completar, un
sonsonete pegajoso que al menos nos mueve la planta del pie, que desinhibe a
las mujeres más tímidas y que transforma en trompo al más tieso. Usted
encuentra en bailaderos a jovencitas engargoladas en jovencitos, aunque no
siempre refregándose los genitales y sí muchas veces listos para salir a un
lugar de mayor intimidad. ¿Me entienden?, el reguetón ha ahorrado toda la
parafernalia que precede a un idilio desgastante, usted invite a la pretendida
un tanto ebria y evitará todo lo que tuvo que hacer su abuelo o su bisabuelo
para conquistar a sus respectivas esposas, ¿qué opina? ¿No le parece bueno?
Sería un
canalla usted, hombre promedio, al afirmar que no envidia los cuerpos apolíneos
de estos poetas, sus portes de galanes estereotipados, sus camionetas ruidosas,
sus ropajes Gucci, Louis Vuitton, que no son para nada llamativos, que les
permiten pasar desapercibidos. Sería un farsante usted, hombre de a pie, si no
asegura que se le traga las entrañas la rabia tan verraca que le produce ver
los videos llenos, como en un aluvión de bizcochos, de esas mujeres de cuerpos
esculpidos en los mejores quirófanos de Medellín o de Bogotá, con esas tetas y
esas nalgas mal cubiertas, que si se arrimaran mucho a la pantalla
terminaríamos con el pezón en la boca.
Con una
experiencia de más de una década, el reguetón se ha logrado consagrar como una
de las cosas más escuchadas en nuestra cotidianidad, en el perifoneo, en los
restaurantes, hasta hay una emisora que todo el día lo dedica al reguetón. Los
personajes que han llevado a tan altos ministerios esta tendencia son un
patuleco, un bisojo, un negro desdentado con afro, todos puertorriqueños, lo
lograron con poemas que alcanzan la categoría de clásicos como "La Gasolina" o "Pa´ que se lo gocen", comparables apenas a "El lamento borinqueño" o "En mi
viejo San Juan". Estas son las obras que los conducirán a la posteridad.
Pero no nos achicopalemos, nosotros los colombianos también aportamos con unos hombres de caras
lindas, que hacen videos en barrios populares donde no parecen mosco en leche
ni tienen la intención de encajar a las malas en este “género urbano”.
Si lo persuadió mi argumentación, asústese, algo anda mal.
De sobremesa. Maduro no
sirvió ni para dictador. Amigos de Fascismo TV, o mejor, NTN 24, ¿será qué la
brutalidad policíaca sólo la usan nuestros vecinos? ¿Será qué sólo allá se
cometen arbitrariedades?