martes, 4 de febrero de 2014

Obra y gracia del Espíritu Santo - La columna semanal del Vermífugo

Por El Vermífugo

"Pero ¿por qué para servirle la Sor a la Trinidad debía perderse de un gustoso orgasmo? ¿Por qué no usó algún método anticonceptivo? ¿Será culpa del argumento medieval que nos obliga sólo a reproducirnos? Su involuntario acto de irreverencia, cuestiona la configuración de esa transnacional que intenta combatir a palos nuestra condición de humanos, que transforma la existencia del sexo en un pecado, en un pábulo de la perdición del pueblo del señor."


"Monja arrodillada, reverso", Martin van Meytens

     Definitivamente el Espíritu Santo sí existe. Tengo dos pruebas, suficientes para corroborar que el dueño de nuestro cuerpo, el encargado de entregar a domicilio sabiduría, está volando por los aires, oteando la tierra para socorrernos. Primero, la concepción del Mesías sin que María debiera retorcerse sobre el falo de José, para que pudiéramos llamarla virgen, hacerle el santo rosario y además aparecer en las canciones de Diomedes Díaz con el apelativo “del Carmen”. Segundo, su intercesión en el nacimiento de Francisco, pero no el Papa, sino el pequeño que nació hace pocos días de una monja salvadoreña de treintaidós años, quien le entregó su vida al creador y se sumó a la congregación de las “pequeñas discípulas de Jesús” en una población de Italia. ¿Ahora entienden? La mojigata no advirtió el momento de la gloriosa pisada, “sólo sentía dolores en la panza”, entonces todo ese tiempo confundió su pipa templada con el consumo de leche corriente y de ello convenció a todo el convento, o supo ocultar entre su hábito la barrigota. El misterio sacudió al mundo entero, los diarios, los noticieros, le dieron un espacio a la hermana Roxana, todo se prestó para elucubraciones: en el convento hay un ancianato ¿será?, los curas que conviven con las monjas ¿podría ser?, un viaje reciente a El Salvador ¡aaah claro! Aunque yo sigo defendiendo la evidente intervención del Paráclito en todo este dilema.

     En todo caso, la curiosa noticia ha tenido un cariz humorístico innegable. Pero ¿por qué para servirle la Sor a la Trinidad debía perderse de un gustoso orgasmo? ¿Por qué no usó algún método anticonceptivo? ¿Será culpa del argumento medieval que nos obliga sólo a reproducirnos? Su involuntario acto de irreverencia, cuestiona la configuración de esa transnacional que intenta combatir a palos nuestra condición de humanos, que transforma la existencia del sexo en un pecado, en un pábulo de la perdición del pueblo del señor. Hombres y mujeres que se consumen en la pira de la lujuria por cumplir votos de castidad. No creo que ese derroche de alegría desagrade a la Providencia. Si Dios nos hizo a su imagen y semejanza ¿por qué no podemos gozar de ese placer?

     Para concluir, le agradezco a la hermana Roxana el salivazo en la cara de la iglesia (aunque soy consciente de su inconsciencia), la vergüenza del clero ante la abrumadora avalancha de la prensa (si es que de eso sufren) y espero que le suelte la rienda a su apetito sexual, claro está, en alabanza y gloria de nuestro señor Jesucristo. Amén.

            

No hay comentarios:

Publicar un comentario