lunes, 3 de febrero de 2014

El Mochacabezas - una de las bestias del Colombestiario

"Aún en una jaula, en frente y abajo de la bestia de negro que llaman “señor juez”, el mochacabezas no se deja achantar. El mochacabezas negociará y saldrá pronto de la jaula, con la promesa que no va a cortar más cabezas y que si lo hiciere seleccionará a alguien que nadie extrañe y no dejará evidencias, dice la bestia de negro, “no deje evidencias, porque así las cosas se ponen más complicadas”."

Foto: "La montaña de las cabezas cortadas", Juan Villar

El mochacabezas es una bestia que sirve a los intereses del Gran Monstruo Ubérrimo. El degenerado se alimenta de cabezas de bestias humanas en los que haya una idea diferente de lo tradicional. Mientras encuentra cabezas jugosas, se entretiene con los cocos vacíos de las bestias verdes con gorras en las que se lee “Fuerza Pública”.  La motivación de estas bestias es la ración que recogen meneando su apéndice con gatillo, pidiendo más, más represión y sangre.

Al mochacabezas le gusta comer cocinado, pero a veces prefiere comer crudo. Y no satisfecho con el bizcocho, le quita la cabeza a la pequeña bestia y disfruta con el acto hasta no darlo por bien terminado, hasta no darse por bien servido: desde el principio es una liturgia erótica. 

Cuenta la historia judicial que era una muchachita tan bonita, cómo se le hacían agua los ojos al mochacabezas: ojos que brillan, gesto universal de mochacabezas. “¿Tú me quieres?”. El mochacabezas, contrario a lo que podrían pensar algunos, tiene sentimientos. Entonces la víctima está pasmada, “¿qué harías después con un machete en la cabeza?”. Está pasmada con su aliento tibio, el machete en la cabeza y las piernas duras. Nada del otro mundo para un mochacabezas.

Para llamar nuevas energías y rendir tributo al deporte más querido del Colombestiario, el mochacabezas practica el fútbol con cabeza. Como las pelotas rojas son frágiles, en los cotejos de los mochacabezas se suelen tener varias cantidades de ellas y se cuenta de todos modos con una reserva de cabezas que aún no sirven para el “picadito”, pero que de repente podrán ser un objeto de diversión.

Aún en una jaula, en frente y abajo de la bestia de negro que llaman “señor juez”, el mochacabezas no se deja achantar. El mochacabezas negociará y saldrá pronto de la jaula, con la promesa que no va a cortar más cabezas y que si lo hiciere seleccionará a alguien que nadie extrañe y no dejará evidencias, dice la bestia de negro, “no deje evidencias, porque así las cosas se ponen más complicadas”.


El mochacabezas entonces decide hacer escuela en México, en Siria, en Egipto, en Alemania, en Israel, en Indianápolis… Allí encuentra empatía con otros colegas. El mochacabezas abunda, pero al igual que la mayoría de las bestias humanas sabe camuflarse bien. 

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