"Aún en una jaula, en frente y abajo de la bestia de negro que llaman “señor juez”, el mochacabezas no se deja achantar. El mochacabezas negociará y saldrá pronto de la jaula, con la promesa que no va a cortar más cabezas y que si lo hiciere seleccionará a alguien que nadie extrañe y no dejará evidencias, dice la bestia de negro, “no deje evidencias, porque así las cosas se ponen más complicadas”."
El mochacabezas es una bestia que sirve a los
intereses del Gran Monstruo Ubérrimo. El degenerado se alimenta de cabezas de
bestias humanas en los que haya una idea diferente de lo tradicional. Mientras
encuentra cabezas jugosas, se entretiene con los cocos vacíos de las bestias
verdes con gorras en las que se lee “Fuerza Pública”. La motivación de estas bestias es la ración
que recogen meneando su apéndice con gatillo, pidiendo más, más represión y
sangre.
Al mochacabezas le gusta comer cocinado, pero a
veces prefiere comer crudo. Y no satisfecho con el bizcocho, le quita la cabeza
a la pequeña bestia y disfruta con el acto hasta no darlo por bien terminado,
hasta no darse por bien servido: desde el principio es una liturgia erótica.
Cuenta la historia judicial que era una muchachita
tan bonita, cómo se le hacían agua los ojos al mochacabezas: ojos que brillan,
gesto universal de mochacabezas. “¿Tú me quieres?”. El mochacabezas, contrario
a lo que podrían pensar algunos, tiene sentimientos. Entonces la víctima está
pasmada, “¿qué harías después con un machete en la cabeza?”. Está pasmada con
su aliento tibio, el machete en la cabeza y las piernas duras. Nada del otro
mundo para un mochacabezas.
Para llamar nuevas energías y rendir tributo al
deporte más querido del Colombestiario, el mochacabezas practica el fútbol con
cabeza. Como las pelotas rojas son frágiles, en los cotejos de los mochacabezas
se suelen tener varias cantidades de ellas y se cuenta de todos modos con una reserva
de cabezas que aún no sirven para el “picadito”, pero que de repente podrán ser
un objeto de diversión.
Aún en una jaula, en frente y abajo de la bestia de
negro que llaman “señor juez”, el mochacabezas no se deja achantar. El
mochacabezas negociará y saldrá pronto de la jaula, con la promesa que no va a
cortar más cabezas y que si lo hiciere seleccionará a alguien que nadie extrañe
y no dejará evidencias, dice la bestia de negro, “no deje evidencias, porque
así las cosas se ponen más complicadas”.
El mochacabezas entonces decide hacer escuela en
México, en Siria, en Egipto, en Alemania, en Israel, en Indianápolis… Allí
encuentra empatía con otros colegas. El mochacabezas abunda,
pero al igual que la mayoría de las bestias humanas sabe camuflarse bien.
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